También los novelistas saben matemáticas


También los novelistas saben matemáticas.


José del Río Sánchez



Editorial Akón. 2010


Páginas 135, 136 y 137.
Cuando Gulliver relata su estancia en la isla de Liliput, a la que llegó tras un naufragio, utiliza una gran cantidad de datos numéricos, no sólo para que el lector se haga una idea precisa de la diferencia de tamaño entre él y los pequeños habitantes, sino para convencerle de que su aventura fue verdadera, de que ese país existe y de que él estuvo allí. Narra, por ejemplo, cómo los ingeniosos liliputienses —"una raza excelentemente dotada para las Matemáticas"— consiguieron llevarlo a la ciudad después de hacerlo prisionero en la playa utilizando una plataforma de madera con veintidós ruedas, que había sido construida por quinientos carpinteros y mecáncios y que fue arrastrada por quinientos corpulentos caballos del Emperador.
Aunque era un prisionero, el Emperador lo trata con mucha dignidad: ordena que cada mañana, como sustento, le suministren seis reses vacunas, cuarenta ovejas y otras provisiones, además de una "cantidad proporcional de pan, vino y otros licores", todo ello, como es natural, de tamaño liliputiense. Ordena también que trescientos sastres le confeccionen un traje a la moda del país y que seis de los más grandes sabios de Su Majestad se ocupen de instruirlo en su lengua. Encarga además que le hagan un colchón formado por cuatro capas de ciento cincuenta colchones liliputienses cada una, cosidos entre si, aunque, al acostarse, Gulliver no dejaba de sentir la dureza del suelo, que era de piedra bruñida.
¿Son arbitrarios todos estos números o el emperador Swift está siguiendo alguna regla matemática?
El Emperador, convencido finalmente de que el Hombre-Montaña podía serle muy útil, sobre todo para luchar contra los enemigos, decide concederle la libertad bajo unas ciertas condiciones estipuladas en un documento que Gulliver firma "con gran alegría -y contento, aunque algunas de ellas no eran tan honorables como hubiera deseado". Y, para aumentar la veracidad de su aventura, comenta: 
«En la última de las normas necesarias para recobrar la libertad, el Emperador estipula que se me conceda una cantidad de comida y bebida suficiente para mantener a 1.728 liliputienses. Algún tiempo después, habiendo preguntado a un amigo de la Corte cómo se las arreglaron para fijar una cifra tan concreta, me dijo que los matemáticos de Su Majestad, tras medir la altura de mi cuerpo usando un cuadrante y descubrir que era más grande que el suyo en la proporción doce a uno, concluyeron por la semejanza de sus cuerpos que el mío debía contener, al menos, 1.728 de los suyos y consecuentemente requeriría tanto alimento como se necesitaba para mantener el mismo número de liliputienses. Con esto puede el lector hacerse una idea del ingenio de aquella gente, así como de la prudente y escrupulosa administración de soberano tan grande.»
Pero si la altura de Gulliver era 12 veces la de un liliputiense ¿no deberían alimentarlo como a 12 liliputienses? Si el Emperador, como asegura el protagonista, era prudente y escrupuloso en su administración y, en consecuencia, no querían ni matarlo de hambre ni engordarlo como a un gorrino, la respuesta debe ser negativa. ¿Por qué? 
Considere un cuadrado de 2 cm de lado y, por lo tanto de 2·2=4 cm2 de superficie. Si se aumenta tres veces la longitud de los lados, como puede ver en la figura 6.3, la superficie del nuevo cuadrado es 6·6=36 cm2; luego la superficie no aumenta tres veces, sino nueve veces, y 9 es 3·3. Y esto que sucede con las figuras cuadradas sucede también con las demás figuras geométricas: cuando sus dimensiones aumentan tres veces; su superficie aumenta nueve veces. Si sus dimensiones aumentaran doce veces, el área aumentaría 12·12=144 veces. Como las dimensiones de Gulliver (su altura, su anchura, la longitud de sus brazos...) son doce veces las de un liliputiense medio, su traje, por ejemplo, debería tener la superficie de 144 trajes liliputienses.
Ahora considere un cubo de 2 cm de arista y, por lo tanto, de 2·2·2=8 cm3 de volumen. Si aumenta tres veces la longitud de todas las aristas, como puede ver en la figura 6.4 el volumen del nuevo cubo es 6·6·6=216 cm3; luego el volumen no aumenta ni tres ni nueve veces, sino veintisiete veces, y 27 es 3·3·3. y esto que sucede con los cubos sucede con todos los cuerpos geométricos: cuando sus dimensiones aumentan tres veces, su volumen aumenta 3·3·3=27 veces. Si sus dimensiones aumentaran doce veces, entonces su volumen aumentaría 12·12·12=1728 veces. Como las dimensiones de Gulliver son doce veces las de un liliputiense, su volumen es 1728 veces el de un liliputiense medio. Por eso, el prudente y escrupulo-so Emperador, siguiendo la sugerencia de sus matemáticos, ordenó que a Gulliver se le alimentara como a 1728 de sus súbditos. En cuanto al colchón, alguien -el soberano o alguno de sus consejeros cometió un error, porque también debería haberse confeccionado Con doce capas, no con cuatro, lo cual explica por qué el Hombre-Montaña sentía la dureza del suelo. Incluso este error sirve pura convencernos a los lectores de que Liliput existe y que Swiftt estuvo en ese extraño o no tan extraño lugar.








Dos fantásticos libros, muy recomendables.

Jonathan Swif, autor de "Los viajes de Gulliver", nació el 30 de noviembre de 1667.