Grandes astrónomos anteriores a Newton




Grandes astrónomos anteriores a  Newton.

Francisco Arago



Espasa-Calpe. 1962

 

Páginas 135, 136, 137 y 138.
   Las ciudades de Thor y Frauenburgo nos han ofrecido con Copérnico un filósofo que descubrió el verdadero sistema del mundo, más por la potencia de su enorme genio que por el valor de sus propias observaciones. No muy lejos de ahí, en la ciudad de Danzig, encontramos ciento cuarenta años más tarde un observador infatigable que investigó en todas las ramas de la ciencia, y que sin duda alguna habría agregado su nombre a los descubrimientos más brillantes si hubiera consentido en utilizar, para la medida de los ángulos, los telescopios descubiertos hacía poco, como se los llamaba entonces, las pínulas telescópicas.
   Juan Hevelio, en alemán Flevel, nació en Danzig el 28 de enero de 1611. Sus padres eran gente muy acaudalada.
   Su profesor de matemáticas, Kruger, le aconsejó que se consagrara a la astronomía, en la que podría efectuar brillantes descubrimientos. Siguiendo este buen consejo, se preparó para la carrera que debía seguir, comenzando por cultivar con gran entusiasmo el dibujo y la mecánica. A fin de conocer los observatorios científicos y los investigadores famosos de su tiempo viajó por diversos países de Europa. Ya de vuelta a su patria, intervino notablemente como regidor o cónsul en la administración de los negocios públicos. Digamos en honor de los hombres de ciencia que sus jucios no fueron jamás refutados. Estas funciones no lograron apartarle de su verdadera vocación. En 1641 se hizo construir sobre su propia casa un observatorio, en el que realizó todos sus trabajos; agreguemos que su esposa lo ayudó eficazmente en la observación y en los cálculos; él le tributa con este motivo completa justicia.

   La primera obra de Hevelio, publicada en 1647 con el nombre de Selenografía, encierra una detallada descripción de la Luna. Este tratado, fruto de un inmenso y laborioso trabajo, en el cual el autor, para evitar todo error, grabó él mismo las figuras, le hizo famoso en el mundo entero. Tanto, que cuando Luis XIV, el rey Sol, inspirado por Colbert, quiso dar pruebas de su benevolencia a los sabios más célebres de la época, Hevelio no fue olvidado y recibió una suma de dinero y una pensión anual.
   El segundo tratado de Hevelio, la Cometografía, apareció en 1668 en un volumen infolio de 900 páginas. Ésta es una obra de gran erudición y en la cual se encuentra la idea nueva en aquella época de que los cometas se mueven parabólicamente. El autor no dice cuál es el lugar que ocupa el Sol en el interior de estas curvas y de acuerdo a qué leyes varían las velocidades de estos astros, ni cuándo se aproximan a los vértices; el descubrimiento era imperfecto, pero sería injusto no tener en cuenta este primer gran paso por la ruta de la verdad.
   Por otra parte, Hevelio sostenía con gran energía que los cometas eran aglomeraciones momentáneas de materias provenientes de las exhalaciones de los planetas. Suponía que estas aglomeraciones, en lugar de ser esféricas, tenían la forma de discos muy poco espesos, y creía explicar así las apariciones súbitas de los cometas.
   Hevelio cita en su tratado cometas en los que había observado varios núcleos.
   En 1673 y 1679 fueron publicadas las dos partes de una gran obra titulada Machina Celestis, en la que Hevelio describe todos los instrumentos que usó durante su larga carrera. Estos instrumentos, por lo general muy ingeniosos, fueron hechos a costa de grandes gastos por él mismo. Encuéntranse en esta obra los motivos que lo determinaron, a pesar de las reclamaciones de la Europa científica, a rechazar las lentes para la medida de los ángulos y a continuar sirviéndose, como Tycho, de pínulas, en las que, por otra parte, efectuó grandes modificaciones. Se ve en la misma obra que Hevelio se había hecho muy experto en la construcción de objetivos. Habla de un vidrio en el cual la distancia focal era de 27 metros.
   El trabajo más importante de Hevelio es un catálogo de estrellas que no fue publicado hasta 1690, tres años después de su muerte. En este catálogo están registrasdas 1.564 posiciones de estrellas para el año 1660. Esta obra estaba destinada a contener además una gran variedad de observaciones del Sol, de los planetas y de la Luna. Pero un horroroso incendio que destruyó gran parte de la ciudad de Danzig, el 26 de septiembre de 1679, redujo a cenizas la mayor parte de los instrumentos de Hevelio, su biblioteca y la mayoría de sus manuscritos. El gran observador, a pesar de su avanzada edad, soportó este desastre con admirable resignación y trató, en interés de la ciencia, de atenuar sus efectos por todos los medios posibles.
   Había obtenido de los reyes de Polonia permiso para tener una imprenta y un taller de grabado en las salas dependientes del observatorio, de tal manera que las observaciones eran hechas, calculadas, impresas y grabadas a su costa sin salir de allí.
   Hevelio murió el 28 de enero de 1687 a la edad de setenta y seis años. Su nombre será conservado en los fastos de la ciencia como el de un observador lleno de celo y de un ejemplar desinterés. Un recuerdo de gratitud se rendirá asimismo a su esposa, la primera mujer, según creo, que no temió afrontar la fatiga de las observaciones y cálculos astronómicos.
   Se debe, en una palabra, como hemos visto anteriormente, a los trabajos del célebre senador de Danzig y a su compañera, además de muchas observaciones no desprovistas totalmente de interés, un catálogo de estrellas más exacto que el de Tycho, el descubrimiento de una de las causas de la libración de la Luna, y la feliz observación de que los cometas se mueven, no circularmente ni sobre lineas rectas, sino en parábolas dentro de las cuales está situado el Sol.
   ¡Felices los que al abandonar esta vida dejan a la ciencia tales recuerdos!






Tal día como mañana, 28 de enero, se celebra el 402 aniversario del nacimiento de 
Johannes Hevelius (o Jan Heweliusz), y el 326 aniversario de su muerte.
Arago ya estuvo aquí.