Galileo Galilei


Galileo Galilei.


Cortés Pla


Espasa-Calpe Argentina, S. A. 1952


Páginas 22 y 23.
   La determinación de la fecha del nacimiento de Galileo ha dado origen a divergencias, a nuestro entender perfectamente solucionadas en la actualidad.
   Muchos historiadores de prestigio —Alberi, Nelli, Poggendorff, etc.— consignan la del 18 de febrero, basándose para ello en la palabra de Vicente Viviani, el último y fiel discípulo de Galileo.
   Las razones que nos inducen a fijar el día 15 de febrero como el del nacimiento se fundan en un estudio meditado de la cuestión.
   Viviani, por encamo del gran duque de Toscana, escribió el 29 de abril de 1654 la "Vida" de su maestro, en cuya primera edición consignó la fecha del 15 de febrero. Posteriormente modificó el día haciendo figurar el 19, siguiendo así la afirmación del hijo de Galileo —Vicente—, quien aseguraba ser ésa la fecha verdadera. Como Viviani, según propia confesión había escrito de conformidad a lo que el propio Galileo le había contado, debió, seguramente, no sentirse satisfecho ante tal discordancia, procediendo a la búsqueda de antecedentes. Encontró así el acta bautismal, que llevó como fecha el 19 de febrero y como era costumbre de la época proceder al bautismo al día siguiente del nacimiento, en la inscripción que hizo poner frente a su casa estampó como fecha del nacimiento el 18 de febrero, que luego fuera adoptada por todos los historiadores.
   Es evidente que la razón invocada no puede sostenerse con fundamentos. Basarse en una costumbre, por arraigada que ella sea, no puede considerarse argumento valedero, y menos en este caso, pues sabiendo, por escrito de puño y letra de Galileo, que éste bautizó a su hija mayor ocho días después de su nacimiento, se desvanece toda presunción de seriedad a la razón expuesta. Felizmente, Campori encontró en el archivo del Estado de Roma un documento precioso que aclara la cuestión. Se trata de un horóscopo hecho por el abate Horacio Morandi, que fuera amigo de Galileo, donde figura la fecha del 15 de febrero, es decir aquella que Viviani consignó primeramente por haberla escuchado de propios labios de Galileo.
   Aun cuando científicamente la astrología carezca de valor y pueda impugnarse con fundados argumentos, no es menos exacto que una de las condicion fundamentales de todo horóscopo es la rigurosa exactitud de la fecha de nacimiento, para poder así pronosticar el destino del interesado. Por consiguiente, cabe suponer que Morandi, reputado como uno de los astrólogos más capacitados de la época —tanto que ello le valió la prisión ordenada por el papa Urbano VIII y su muerte en los calobozos de la Santa Sede en el año 1630—, no pudo haber descuidado verificar dato tan importante.

Páginas 60, 61 y 62.
   Por testimonios fehacientes puede afirmarse que en 1597 Galileo ideó y construyó su compás geométrico y militar que, perfeccionado luego, enseñó a manejar a muchos de sus alumnos. Según el modelo que se conserva en el museo galileano de Florencia y las figuras que su inventor insertó en la obra de que hablaremos enseguida, el tal compás estaba constituido por dos ramas, en cada una de las cuales, cuidadosamente graduadas, determinaban segmentos iguales u otras magnitudes, como veremos más adelante. Entre ambas ramas, un cuadrante, donde se habían marcado varias divisiones: la interior en 12 partes, en contacto con ella, otra en 90, que estaba separada de la exterior, dividida en 200 partes (de 0 en el extremo a 100 en el centro) mediante una serie de líneas transversales.
   Como era su costumbre, las instrucciones para el manejo corrían de mano en mano, en copias manuscritas, hasta que en 1606 decide imprimir, con el título «Le operacioni del compasso geométrico e militare», el fruto de su ingenio, y lo hace, según dice en el prefacio «al discreto lector», porque ha llegado a sus oídos que otro a cuyas manos fuera un instrumento con sus explicaciones, se proponía darlo a conocer como cosa propia, por lo cual se ve en la necesidad de asegurar con el testimonio de lo impreso, no sólo su esfuerzo, sino también su reputación. Agrega luego que muchos príncipes y grandes señores podrán atestiguar que, desde hacía ocho años, habían recibido ejemplares de su instrumento, y se lo había explicado y enseñado a manejar; de los cuales citará sólo cuatro: el príncipe Federico de Alsacia, a quien en 1598 instruyó en su empleo; el archiduque Fernando de Austria y el señor Felipe Landgrave de Assia, conde de Nidda, con quienes hizo lo mismo en el año 1601; y el duque de Mantua en 1603. A esos nombres podríamos agregar el del príncipe Cosme de Médici, a quien dedica el libro, recordando el interés demostrado por éste cuando se lo enseñó a manejar en el año 1605. Añade que sólo se imprimen 60 ejemplares —pues los entregaba con el aparato—, y que su «tratado resultará del todo inútil a quien le llegase a sus manos sin el instrumento».
   Las operaciones que dice pueden efectuarse rápidamente con su compás se refieren, en primer término, a lo que llama líneas aritméticas, explicando cómo una recta puede dividirse en partes iguales, trayendo como ejemplos concretos la división en 5, 11 y 13 partes; cómo de una linea dividida en 197 partes se pueden tomar 113, o la manera de pasar de una escala a otra en un dibujo, de resolver gráficamente problemas de interés o de regla de tres directa e inversa. Luego trata las líneas geométricas, demostrando la forma de hallar proporciones entre figuras semejantes, extraer la raíz cuadrada, encontrar la tercera o media proporcional, etc., para seguir con las líneas estereométricas —debiendo entenderse por tales, conforme al significado etimológico del vocablo, la parte de la matemática que se relaciona con la medida de sólidos—, resolviendo el problema de cómo, dados dos sólidos, puede hallarse la proporción que tienen entre sí ; o la manera de encontrar un sólido igual a cualquier otro semejante; extracción de raíces cúbicas; reducir un paralelepípedo a un cubo. Prosigue con el uso de las lineas que llama metálicas caracterizadas por símbolos que corresponden al oro, plomo, plata, cobre, hierro, estaño, mármol y piedra, explicando cómo pueden obtenerse las dimensiones a dar a un cuerpo para que tenga un peso idéntico a otro de substancia diferente; o para calibrar cañones o bombardas de modo que se puedan usar balas hechas con cuerpos diferentes y de distintos pesos, etc. Habla a continuación de las líneas tetragónicas, explicando la forma de utilizarlas para proceder a la cuadratura de diferentes figuras regulares. En cuanto al cuadrante, nos enseña que la primera linea dividida en 12 partes es la escuadra del artillero, dando las reglas para su uso; la siguiente corresponde al «cuadrante astronómico», cuyo empleo ya había sido anteriormente explicado por otros; la externa, separada, como ya dijimos, por transversales, permite determinar la inclinación de murallas, desde aquellas que tienen por cada 10 de altura uno de pendiente; hasta las de uno y medio de altura por uno de pendiente. Finalmente, la última, dividía en 200 partes, es una escala para medir la altura, distancia y profundidad por medio de la vista.
   El ingenioso instrumento, que facilitaba la ejecución de largas y engorrosas operaciones, adquiere prontamente difusión. Notemos que Galileo reconoce tener precursores en la realización de determinadas operaciones, aun cuando el nuevo compás —como afirmará en su famosa «Defensa»— sea por él solo «imaginado, encontrado y perfeccionado». Compartimos su juicio. Anteriormente, en 1568, Commandino había construido un compás de cuatro puntas con centro móvil, mediante el cual podían efectuarse las medidas de las líneas aritméticas y poligráficas de Galileo, y en 1607 se imprimió en Francfort una obra explicativa del ideado por Justo Birgio —cuyo origen data en verdad de 1603—, que permitía operar con las aritméticas y geométricas, pero —como afirmó Venturi— las otras cinco líneas fueron imaginadas por vez primera por Galileo. Es ahí donde radica la importancia, de su concepción. De su valer es dato elocuente el hecho de haber sido empleado por casi todos los matemáticos y estudiosos de la época, cayendo en desuso cuando Juan Napier introdujo los logaritmos y calculó en 1619 las primeras tablas.














Pues eso, Galileo Galilei nació tal día como hoy del año 1564, es decir, hace 449 años.
Cortés Pla ya había aparecido por aquí.