Pasiones, piojos, dioses... y matemáticas


Pasiones, piojos, dioses... y matemáticas. La condición humana a la luz de la ciencia más antigua.

Antonio J. Durán 

Ediciones Destino, S.A. 2009


Páginas 145 y 146.
Fueron los de san Agustín unos tiempos donde empezó a ser peligroso tomarse en vano las arengas de los obispos. Precisamente el ocaso científico de Alejandría coincidió con el asesinato de Hipatia en marzo de 415. En una lectura simplificada, el episodio cabe interpretarlo como la primera represión de la jerarquía católica contra la ciencia, aunque es mucho más complejo que esto; hay, desde luego, reflejos de misoginia pero, también, derivaciones políticas, al estar Hipatia entre los bandos enfrentados de Orestes, el prefecto romano, y Cirilo, el patriarca -después San Cirilo.
-Yo siempre he pensado que en la manera brutal en que fue asesinada Hipatia hay una advertencia sobre los riesgos que tiene para una mujer decidir con libertad sobre su vida –dedicándola, en este caso, a la ciencia— en vez de optar con sumisión por ser esposa y madre.
Ésa es una opinión algo arriesgada. ¿Conoces la historia de Hipatia?
-Más o menos. No digo que fuera ésa la intención de quienes la asesinaron. Pero ya consumado el hecho ahí quedaba como amenaza siempre latente.
A pesar de los estudios recientes sobre el asunto, yo sigo prefiriendo la versión que Gibbon dio en su Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano: «Hipatia, hija de Teón, el matemático, fue iniciada en los estudios del padre; elucidó con sus glosas eruditas la geometría de Apolonio y Diofanto, y enseñó públicamente, en Atenas y en Alejandría, la filosofía de Platón y Aristóteles. En todo el esplendor de su belleza y madura en la sabiduría, rechazó, como doncella modesta, a quienes la requerían de amores y se consagró a la instrucción de sus discípulos; las personas más ilustres por su rango o sus méritos ansiaban visitar a la filósofa; y envidiaba Cirilo el boato de las comitivas que se agolpaban con caballos y esclavos a las puertas de su academia. Cundió el rumor entre los cristianos de que la hija de Teón era el único obstáculo para que prefecto y patriarca se reconciliasen; y aquel obstáculo se apartó con gran celeridad. En un día aciago de Cuaresma, Hipatia fue arrebatada de su carruaje, desnudada y arrastrada hasta la iglesia, donde las manos de Pedro el Lector y una horda de salvajes fanáticos sin piedad la asesinaron de manera inhumana: le arrancaron la carne de los huesos con afiladas conchas de ostras, y sus miembros, todavía estremecidos, fueron entregados a las llamas. El justo progreso de las pesquisas y el castigo consiguiente se detuvieron mediante oportunos sobornos; pero el asesinato de Hipatia ha dejado una marca indeleble en la personalidad e integridad religiosa de Cirilo de Alejandría».
-A mí siempre me ha recordado el asesinato de Hipatia al de Orfeo; una muerte y otra se parecen como dos gotas de agua, como si los fanáticos cristianos se hubieran propuesto repetir con Hipatia la escena de la carnicería y el desmembramiento de Penteo, álter ego de Orfeo, tal y como la narró Eurípides en Las bacantes. ¡Cuánto horror! El «Dancemos en honor de Baco» del coro de las bacantes, se tornó con Hipatia en orgía de sangre «a la mayor gloria de Dios», y las túnicas de las ménades en sotanas y manteos. ¿Qué clase de brutalidad lleva a unas personas a descuartizar y arrancar la carne a tiras a dos de sus semejantes?


















Un texto que cita a otro texto...
Hipatia de Alejandría murió en marzo de 415 (o tal vez del 416).