Breve historia de las matemáticas (2)

Breve historia de las matemáticas (2).


Egmont Colerus


DONCEL. 1973


Páginas 103, 104 y 105.
   En 1811 nacía en Bourg-la-Reine, cerca de París, un niño llamado Evariste Galois. Ya en 1823 Galois hubo de abandonar la casa paterna para entrar en la cuarta clase del colegio Louis le Grand. A la edad de quince años se revelaron en él extraordinarias dotes para las matemáticas, hasta el punto de que descuidaba los libros escolásticos para sumirse en el estudio de los clásicos de la matemática que entonces se conocían, sobre todo del gran Lagrange. Picard, a quien debemos estos y otros datos biográficos, afirma que Galois, cuando sólo contaba diecisiete años, parecía hallarse ya en posesión de conocimientos matemáticos de gran alcance. Por desgracia, se han perdido estos primeros trabajos que presentó a la Academia de Ciencias. 
   En aquella época había logrado un extraordinario auge en París la Ecole Polytechnique, ya mencionada con anterioridad. Dicha escuela, fundada por el ingeniero militar Monge, había hecho en pocas décadas cuanto estaba en su poder para que el gobierno de Francia pasase a manos de matemáticos e ingenieros, circunstancia esta cuyos efectos son aún hoy de gran importancia estructural y política para Francia. En efecto, una "tecnocracia" muestra rasgos muy distintos de una "juristocracia" o de una "literatocracia" como la que durante varios milenios dominó la China.
   Era natural, pues, que un joven de las características de Galois considerase la Ecole Polytechnique como su primer trampolín. En 1829, es decir, a la edad de dieciocho años, se presentó al examen de ingreso, pero fue suspendido dos veces por haberse negado a responder a preguntas que le parecían ridículas y superfluas, como, por ejemplo, una referente a la teoría aritmética de los logaritmos.
Con este extrañto acontecimiento -es decir, el fracaso en un examen de matemática de un hombre de quien tenían cosas que aprender las mejores cabezas de la época- empieza la tragedia de Galois. Picard comenta que era como si el desdichado joven hubiese de pagar caro el precio de su propio genio. En la misma medida en que se desarrollaban sus facultades matemáticas veía oscurecerse su Carácter, en otra época alegre y abierto; el sentimiento de su enorme superioridad había suscitado en él un orgullo exagerado.
   Para explicarlo en pocas palabras, Galois, profundamente ofendido, acabó frecuentando la Ecole Normale Supérieure, fundada también por Monge. Mas, apenas transe corrido un año, hubo de dejar dicha escuela "por conducta inconveniente". Rotos los vínculos que le unían a la vida civil, Galois se lanza a la política, es detenido y pasa varios meses tras los barrotes de la prisión de Sainte-Pélagie, sin que todos estos acontecimientos le hagan perder de vista la matemática. No poseemos más datos que nos permitan escribir la historia del período anterior a la catástrofe final. Sólo podemos intuir algo, cuando contemplamos ese obstinado rostro juvenil, casi de aspecto ruso, en un antiguo grabado. Se nos aparece claro entonces que aquel ser demasiado joven, aquel muchacho ágil y dinámico, fue destruido por el genio que llevaba dentro. Se dice que un romance amoroso con una condesa le llevó a un duelo. Quizá la prometida, la esposa, la amante de alguien hubiese otorgado al joven su afecto. Quizá. Lo único cierto es que Galois no quiso sustraerse a su deber de hombre, aun sabiendo que era insustituible como genio. Cayó muerto en dicho duelo el 31 de mayo de 1832, cuando todavía no había cumplido los veintiún años.
   En la noche anterior a su muerte, que pareció adivinar, escribió una carta a su amigo Chevalier. Es éste uno de los documentos más impresionantes de la historia del espíritu, ya que detrás de cada línea parecen asomar los dedos huesudos y las cuencas vacías de los ojos de la despiadada exterminadora, y en la desesperada concisión de su estilo aparece el esfuerzo por abarcar en pocas líneas todo lo que probablemente habría requerido varios años para madurar.













Évariste Galois murió el 31 de mayo de 1832.
La película "3:19 Nada Es Casualidad" lleva incluido, en varios fragmentos, el siguiente vídeo.