Historia de la matemática

Historia de la matemática.


Carl B. Boyer



Alianza Editorial, S. A. 1987



Página 714.
Dos años antes, en 1833, había presentado un largo e importante artículo a la Irish Academy, en el que introducía y estudiaba un álgebra formal de parejas de números reales, cuyas reglas de combinación son precisamente las que se dan hoy para el sistema de los números complejos. La importante regla que define la multiplicación de parejas es, desde luego,
(a, b)·(α, β)=(aα-bβ, aβ+bα)
y Hamilton interpreta este producto como una operación en la que interviene una rotación.


[...]Hamilton se dio cuenta, evidentemente, de que sus pares ordenados podían interpretarse como entidades dirigidas en el plano, y de manera natural intentó extender la idea a tres dimensiones, pasando de los números complejos binarios a+bi a las ternas de números ordenados a+bi+cj. La operación de sumar no producía ninguna dificultad, pero durante diez años lo tuvo desconcertado la multiplicación de n-uplas, para n mayor que dos. Un día de 1843 en que se encontraba paseando con su esposa a lo largo del Royal Canal, tuvo un relámpago de inspiración: sus dificultades desaparecían si utilizaba cuádruplas en ternas y si abandonaba además la propiedad conmutativa de la multiplicación. Resultaba más o menos claro que para cuádruplas de números a+bi+cj+dk se debería tomar i2=j2=k2=‑1; ahora Hamilton veía claramente que debería ser i·j=k pero j·i=k, y análogamente j·k=i=‑k·i y k·i=j=i·k. En todo lo demás, las leyes que rigen las operaciones serían las del álgebra usual.

De la misma manera exactamente como Lobachewsky había creado una nueva geometría consistente abandonando el postulado de las paralelas, así creó Hamilton un álgebra nueva, consistente también, abandonando la propiedad conmutativa de la multiplicación. Se detuvo en su paseo, y grabó con una navaja la fórmula fundamental i2=j2=k2=i·j·k en una piedra del puente de Brougham; el mismo día, el 16 de octubre, pedía permiso a la Royal Irish Academy para leer una comunicación sobre los cuaterniones en la siguiente sesión. El descubrimiento clave fue repentino e inesperado, pero lo cierto es que el descubridor lo había estado buscando durante unos quince años. Hamilton siempre consideró, naturalmente, el descubrimiento de los cuaterniones como su obra más importante.





Esta semana le toca a William Rowan Hamilton por la anécdota anterior. Aunque me resulta difícil imaginármelo con una navaja en el bolsillo, tal vez fuese algo habitual en aquella época (año 1843).
Para saber más sobre el famoso puente se puede visitar el blog de La Ciencia de la Mula Francis.
Hamilton ya estuvo por aquí.