La poesía de los números

La poesía de los números.


Daniel Tammet



Blackie Books S.L.U. 2015



Páginas 159 y 160.
Tolstói dijo que la historia del mundo es la historia de las personas pequeñas. Sin embargo, el propio León Nikolaievich era todo un hombretón. Con su metro ochenta era más alto que la mayoría de sus coetáneos. Y más fuerte también. Podía levantar ochenta kilos con una sola mano. Vestía sus músculos con sencillez, con un blusón de campesino y un cinto rodeándole los riñones. Los argumentos con los que alimentaba su ego eran igual de robustos. Refractario siempre a las corrientes de pensamiento de su época, acusó a los historiadores de no ser más que adoradores de héroes. A lo largo de las más de mil páginas de Guerra y paz, construyó su ataque más constante; su arma esencial provenía de las matemáticas.
El cálculo no era, ni mucho menos, una idea novedosa en tiempos de Tolstói. Sus “inventores en el siglo XVII, Isaac Newton y Gottfried Leibnitz, no hicieron sino pulir teorías que llevaban en desarrollo desde la Grecia clásica. Así como los geómetras estudian las formas, el estudiante de cálculo examina el cambio: el proceso matemático por el que un objeto pasa de un estado a otro, como cuando se describe el movimiento de una pelota o una bala en el espacio mediante una representación gráfica. En aquellas curvas lisas y sutiles, en las que se reflejan los movimientos infinitesimales presentes en cada vida humana, Tolstói creía ver la ceguera de los historiadores de su tiempo.
A su impresionante capacidad intelectual, Tolstói podía añadir también cierto gusto por las ideas exóticas. Pienso en algunas de sus afirmaciones más disparatadas, como cuando tachó a Shakespeare de pésimo poeta, cuando se refirió al darwinismo como una moda transitoria o cuando afirmó que el matrimonio no era sino fornicación legalizada. Como ya hiciera Thomas Jefferson, recortó el Nuevo Testamento con unas tijeras para despojar sus páginas de todo milagro. Su culto de la sencillez, como lo bautizaría tiempo después G. K. Chesterton, atrajo a una multitud de discípulos a su residencia: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, todos ataviados con sábanas y alpargatas, que le seguían a cada paso colgados de sus palabras. Aun así, la idea que tenía el novelista de la historia como una especie de cálculo era mucho más ambiciosa, ingeniosa y subversiva que todo lo anteriormente, expuesto.
Encontramos esta idea en muchas de las páginas de Guerra y paz, en los pasajes que se asemejan a la argumentación sucinta e intensa de un panfleto. Se da la circunstancia de que son los mismos pasajes que el lector moderno acostumbra a saltarse, algo quizá comprensible. Pero el lector poco diligente se pierde así uno de los pilares sobre los que se sustenta la obra de Tolstói.
El avance de la humanidad, producido por un número infinito de arbitrariedades humanas, es un proceso continuo. La comprensión de las leyes de ese movimiento es el objetivo de la historia [...] Solo tomando para nuestra observación la unidad infinitesimal [...] y consiguiendo el arte de integrar (sumando los infinitesimales) podemos llegar a comprender las leyes de la historia.





El 20 de noviembre de 1910 falleció Lev Nikoláievich Tolstói y por eso es el invitado de esta semana a través del Daniel Tammet.