El triunfo de los números. Cómo el cómputo modeló la vida moderna.
I. Bernard Cohen.
Alianza Editorial, S.A. 2007
Páginas 55 y 56.
¿Cómo calculó Leeuwenhoek el número de personas que caben en la Tierra? Para obtener la respuesta, no recurrió a la geometría (las matemáticas de la universidad), sino que usó la aritmética, una materia que él conocía como comerciante, la aritmética de los tenderos.
Leeuwenhoek empezó a calcular el número máximo de personas que caben en la Tierra estimando la extensión de la superficie terrestre. Concluyó que mide 9.276.218 millas cuadradas. En aquella época, la milla holandesa equivalía a la quinta parte de un grado, es decir, a unos 7,4 km. Dio por supuesto que los vastos océanos ocupaban dos tercios de la superficie terrestre total y estimó que estaban habitados dos tercios de la tierra firme. Por tanto, la parte habitada de la Tierra ocupaba 2.061.382 millas cuadradas. Si se calcula cuánta gente cabe en una milla cuadrada, entonces solo habrá que realizar una multiplicación para calcular el número máximo de personas que pueden morar a la vez en la Tierra. Para calcular cuánta gente cabe en una milla cuadrada, Leeuwenhoek recurrió a la zona que mejor conocía: el norte y el sur de Holanda y parte de Brabante. Esta región tiene una forma aproximada de rectángulo y cubre un área de 154 millas cuadradas. Holanda no dispuso de un censo nacional hasta bien entrado el siglo siguiente, de modo que Leeuwenhoek, aprovechó la circunstancia de que en 1622 se había instaurado un impuesto por cabezas o 'capitación'. A partir de ahí supo que esta región tenía una población aproximada de un millón de personas.
Ahora Leeuwenhoek estaba en condiciones de determinar las dimensiones de una población máxima para la Tierra. Se dijo: "Asumamos que la parte habitada de la Tierra tiene la misma densidad de población que Holanda". Por supuesto, era consciente de que "no puede estar tan habitada". Pero, como la parte habitada de la Tierra es "13.385 veces mayor que Holanda", obtuvo el resultado de un máximo de "13.385.000.000 de seres humanos en la Tierra".
Páginas 205 hasta 214.
Florence Nightingale
Nightingale nació en 1820 en Florencia, Italia, como segunda hija de padres ingleses adinerados que se encontraban realizando una gira de dos años por Europa. Su padre, un hombre, acomodado, había estudiado en Edimburgo y en el Trinity College de Cambridge, y estaba especialmente interesado por los idiomas y la filosofía. En el siglo XIX era imposible que una mujer estudiara en una universidad como la de Oxford o Cambridge, de modo que el padre de Florence, un unitario con ideas progresistas acerca de la educación de las mujeres, enseñó a sus propias hijas. Bajo su tutela, Florence aprendió griego y latín; habló con fluidez francés, alemán e italiano; leyó mucho sobre historia y filosofía; y escribió ensayos al igual que los estudiantes universitarios.
[...] Nightingale, supo que sería enfermera de hospital solo de forma gradual.
[...]Por entonces no existía en Inglaterra ninguna institución donde una joven pudiera recibir una preparación profesional como enfermera. [...] Con el tiempo, sus padres le permitieron pasar tres meses en una institución alemana (Kaiserswerth), un hospital y orfanato dirigido por la orden protestante de los diaconeses. Ella complementó aquella formación con un aprendizaje breve en un hospital francés regentado por una orden católica, las Hermanas de la Caridad, e inspeccionó todos los colegios y hospitales que pudo en Inglaterra y en otros países. Durante el recorrido, iba tomando notas detalladas de todo lo que veía y recopilaba informes, reglamentos y procedimientos.
[...] Al final, en 1853, Nightingale consiguió dar un primer paso en la trayectoria que habla elegido: fue nombrada encargada (sin remunerar) de una institución para el cuidado de damas enfermas necesitadas, situada en Harley Street, Londres, y que Nightingale describió como una residencia para institutrices enfermas.
[...] Durante el primer año en ese puesto, Florence Nightingale mejoró en gran medida todos los aspectos del funcionamiento de la institución de Harley Street. Preparó a las enfermeras, ahorró dinero en provisiones, desenmarañó la contabilidad, reorganizó la gestión del centro y la limpieza, y mejoró la alimentación.
[...] En junio de 1854, las tropas británicas y francesas fueron enviadas a Crimea, en la costa septentrional del Mar Negro, para apoyar a Turquía en el conflicto contra Rusia por la demanda rusa de su derecho a proteger a los súbditos ortodoxos del sultán. Incluso antes de que se produjera contienda alguna, las malas condiciones higiénicas ya habían causado enfermedades entre las tropas: buena parte de las fuerzas expedicionarias sufrió de cólera, diarrea, disentería y otros desórdenes, y hubo muchas muertes. Durante las primeras batallas de septiembre y octubre de 1854, cayó herido un gran número de soldados ingleses. Tras un tratamiento de urgencia escaso o nulo, eran trasladados en barcos lentos y mal equipados a uno de los hospitales militares de Constantinopla, adonde llegaban débiles, escuálidos y con síntomas de congelación y con disentería, aparte de las heridas.
Lo cierto es que los hospitales militares ingleses estaban completamente desprovistos para procurar cuidados reales; mugrientos y repletos de gérmenes, carecían de camas suficientes, mesas, sillas, y hasta de vendas, palanganas, toallas, jabón y ropa de hospital. En realidad la atención sanitaria resultaba inútil. Además, los hospitales militares británicos no empleaban a enfermeras por entonces; las labores de enfermería, como tales, se dejaban en manos de personas jubiladas ("que no servían para nada", según el corresponsal del Times), o dependían de la ayuda mutua que se brindaban entre sí los propios enfermos y heridos.
Los corresponsales de guerra informaron en los periódicos ingleses sobre las condiciones espeluznantes que reinaban en los hospitales, y el público exigió que se hiciera algo. El ministro de la Guerra, Sidney Herbert, conocía a Florence Nightingale y le escribió pidiéndole que organizara un grupo de enfermeras para incorporarse al hospital militar de Scutari, al otro lado del Bósforo. La carta de Herbert a Nightingale se cruzó con otra misiva que ella le escribió ofreciéndole sus servicios.
Cuando Nightingale llegó a Scutari a comienzos de noviembre, se encontró con unas condiciones espantosas. El hospital, un antiguo cuartel, estaba construido sobre cloacas sin desagües (básicamente un pozo negro); un aire fétido se internaba en las salas a través de los retretes abiertos. Los soldados heridos yacían sobre esteras de paja en estancias y pasillos abarrotados; el hospital estaba infestado de pulgas y ratas; las únicas sábanas disponibles eran tan ásperas que los heridos preferían cubrirse con mantas mugrientas. La colada se hacía con agua fría, lo que no limpiaba nada. Faltaban las provisiones básicas. La comida era escasa y mala.
Nightingale calculó con posterioridad que, desde mediados de noviembre hasta mediados de diciembre de 1854, murió el 15,5% de los casos tratados, mucho más por enfermedades que por las heridas.
[...] La teoría de que los gérmenes causan enfermedades aún no se había establecido por entonces. Incluso en años posteriores, una figura tan anticipada como Nightingale no creía en la infección a través de gérmenes, más bien consideraba que las enfermedades o las "condiciones" aparecían de manera espontánea en habitaciones o salas de hospital mal ventiladas. En su opinión, era indudable que si no se eliminaban los "effluvia mórbidos" de una persona enferma a través de la ventilación y la limpieza, volverían a infectar al paciente e impedirían la recuperación.
[...] El registro de historiales en Crimea era pésimo. Antes de Nightingate ni siquiera se conocía con exactitud el número de pacientes fallecidos; se tomaban tres registros diferentes que arrojaban totales distintos. Ella puso las cosas claras tomando registros detallados y diarios de ingresos, heridos, enfermos y fallecidos.
[...] En enero de 1855, la mortalidad en todos los hospitales británicos en Turquía y Crimea (excluyendo los hombres muertos en combate) alcanzaba una tasa anual de 1.174 de cada 10.000, calculada a partir del censo promedio de pacientes. De esa cifra, 1.023 muertes por cada 10.000 eran atribuibles a enfermedades epidémicas, endémicas y contagiosas.
En febrero de 1855, la mortalidad de los casos tratados en el hospital ascendía al 43%. A finales de febrero, el nuevo gobierno envió una comisión sanitaria a Turquía para estudiar la situación. Esta comisión, mucho más capacitada que Nightingale para tomar medidas, inició una labor enérgica en instalaciones sanitarias.
[...] Un mes después, la tasa de mortalidad del hospital cayó en picado, todo gracias a los cálculos precisos que Nightingale habla estado recopilando de manera sistemática. Y la mortalidad siguió descendiendo: ella misma escribió más tarde que durante los siete primeros meses de la campaña (de septiembre de 1854 a marzo de 1855), la mortalidad entre las tropas atribuible únicamente a enfermedades era del 60% al año, una tasa superior a la que sufrió Londres durante la Gran Plaga. Pero durante los seis meses finales de la guerra (de abril a septiembre de 1855), las muertes entre las tropas cayeron a tan solo dos tercios de las que se producían entre las tropas que se habían quedado en casa.
En la década de 1850 no se comprendían ni las causas de las enfermedades ni los métodos sanitarios para prevenirlas, pero la evidencia de los números era clara e indiscutible. La salud de los soldados británicos en hospitales dependía del agua limpia y una buena ventilación.
[...] Pero Nightingale reconocía además que esos síntomas afectaban también a Londres. De hecho, todos los rincones del Imperio pedían una reforma a gritos.
Florence Nightingale nació el 12 de mayo de 1820 (hace 197 años), y por eso está aquí.
En cuanto a Leeuwenhoek, me gusta el método para calcular la población máxima de la Tierra.
I. Bernard Cohen.
Alianza Editorial, S.A. 2007
Páginas 55 y 56.
¿Cómo calculó Leeuwenhoek el número de personas que caben en la Tierra? Para obtener la respuesta, no recurrió a la geometría (las matemáticas de la universidad), sino que usó la aritmética, una materia que él conocía como comerciante, la aritmética de los tenderos.
Leeuwenhoek empezó a calcular el número máximo de personas que caben en la Tierra estimando la extensión de la superficie terrestre. Concluyó que mide 9.276.218 millas cuadradas. En aquella época, la milla holandesa equivalía a la quinta parte de un grado, es decir, a unos 7,4 km. Dio por supuesto que los vastos océanos ocupaban dos tercios de la superficie terrestre total y estimó que estaban habitados dos tercios de la tierra firme. Por tanto, la parte habitada de la Tierra ocupaba 2.061.382 millas cuadradas. Si se calcula cuánta gente cabe en una milla cuadrada, entonces solo habrá que realizar una multiplicación para calcular el número máximo de personas que pueden morar a la vez en la Tierra. Para calcular cuánta gente cabe en una milla cuadrada, Leeuwenhoek recurrió a la zona que mejor conocía: el norte y el sur de Holanda y parte de Brabante. Esta región tiene una forma aproximada de rectángulo y cubre un área de 154 millas cuadradas. Holanda no dispuso de un censo nacional hasta bien entrado el siglo siguiente, de modo que Leeuwenhoek, aprovechó la circunstancia de que en 1622 se había instaurado un impuesto por cabezas o 'capitación'. A partir de ahí supo que esta región tenía una población aproximada de un millón de personas.
Ahora Leeuwenhoek estaba en condiciones de determinar las dimensiones de una población máxima para la Tierra. Se dijo: "Asumamos que la parte habitada de la Tierra tiene la misma densidad de población que Holanda". Por supuesto, era consciente de que "no puede estar tan habitada". Pero, como la parte habitada de la Tierra es "13.385 veces mayor que Holanda", obtuvo el resultado de un máximo de "13.385.000.000 de seres humanos en la Tierra".
Páginas 205 hasta 214.
Florence Nightingale
Nightingale nació en 1820 en Florencia, Italia, como segunda hija de padres ingleses adinerados que se encontraban realizando una gira de dos años por Europa. Su padre, un hombre, acomodado, había estudiado en Edimburgo y en el Trinity College de Cambridge, y estaba especialmente interesado por los idiomas y la filosofía. En el siglo XIX era imposible que una mujer estudiara en una universidad como la de Oxford o Cambridge, de modo que el padre de Florence, un unitario con ideas progresistas acerca de la educación de las mujeres, enseñó a sus propias hijas. Bajo su tutela, Florence aprendió griego y latín; habló con fluidez francés, alemán e italiano; leyó mucho sobre historia y filosofía; y escribió ensayos al igual que los estudiantes universitarios.
[...] Nightingale, supo que sería enfermera de hospital solo de forma gradual.
[...]Por entonces no existía en Inglaterra ninguna institución donde una joven pudiera recibir una preparación profesional como enfermera. [...] Con el tiempo, sus padres le permitieron pasar tres meses en una institución alemana (Kaiserswerth), un hospital y orfanato dirigido por la orden protestante de los diaconeses. Ella complementó aquella formación con un aprendizaje breve en un hospital francés regentado por una orden católica, las Hermanas de la Caridad, e inspeccionó todos los colegios y hospitales que pudo en Inglaterra y en otros países. Durante el recorrido, iba tomando notas detalladas de todo lo que veía y recopilaba informes, reglamentos y procedimientos.
[...] Al final, en 1853, Nightingale consiguió dar un primer paso en la trayectoria que habla elegido: fue nombrada encargada (sin remunerar) de una institución para el cuidado de damas enfermas necesitadas, situada en Harley Street, Londres, y que Nightingale describió como una residencia para institutrices enfermas.
[...] Durante el primer año en ese puesto, Florence Nightingale mejoró en gran medida todos los aspectos del funcionamiento de la institución de Harley Street. Preparó a las enfermeras, ahorró dinero en provisiones, desenmarañó la contabilidad, reorganizó la gestión del centro y la limpieza, y mejoró la alimentación.
[...] En junio de 1854, las tropas británicas y francesas fueron enviadas a Crimea, en la costa septentrional del Mar Negro, para apoyar a Turquía en el conflicto contra Rusia por la demanda rusa de su derecho a proteger a los súbditos ortodoxos del sultán. Incluso antes de que se produjera contienda alguna, las malas condiciones higiénicas ya habían causado enfermedades entre las tropas: buena parte de las fuerzas expedicionarias sufrió de cólera, diarrea, disentería y otros desórdenes, y hubo muchas muertes. Durante las primeras batallas de septiembre y octubre de 1854, cayó herido un gran número de soldados ingleses. Tras un tratamiento de urgencia escaso o nulo, eran trasladados en barcos lentos y mal equipados a uno de los hospitales militares de Constantinopla, adonde llegaban débiles, escuálidos y con síntomas de congelación y con disentería, aparte de las heridas.
Lo cierto es que los hospitales militares ingleses estaban completamente desprovistos para procurar cuidados reales; mugrientos y repletos de gérmenes, carecían de camas suficientes, mesas, sillas, y hasta de vendas, palanganas, toallas, jabón y ropa de hospital. En realidad la atención sanitaria resultaba inútil. Además, los hospitales militares británicos no empleaban a enfermeras por entonces; las labores de enfermería, como tales, se dejaban en manos de personas jubiladas ("que no servían para nada", según el corresponsal del Times), o dependían de la ayuda mutua que se brindaban entre sí los propios enfermos y heridos.
Los corresponsales de guerra informaron en los periódicos ingleses sobre las condiciones espeluznantes que reinaban en los hospitales, y el público exigió que se hiciera algo. El ministro de la Guerra, Sidney Herbert, conocía a Florence Nightingale y le escribió pidiéndole que organizara un grupo de enfermeras para incorporarse al hospital militar de Scutari, al otro lado del Bósforo. La carta de Herbert a Nightingale se cruzó con otra misiva que ella le escribió ofreciéndole sus servicios.
Cuando Nightingale llegó a Scutari a comienzos de noviembre, se encontró con unas condiciones espantosas. El hospital, un antiguo cuartel, estaba construido sobre cloacas sin desagües (básicamente un pozo negro); un aire fétido se internaba en las salas a través de los retretes abiertos. Los soldados heridos yacían sobre esteras de paja en estancias y pasillos abarrotados; el hospital estaba infestado de pulgas y ratas; las únicas sábanas disponibles eran tan ásperas que los heridos preferían cubrirse con mantas mugrientas. La colada se hacía con agua fría, lo que no limpiaba nada. Faltaban las provisiones básicas. La comida era escasa y mala.
Nightingale calculó con posterioridad que, desde mediados de noviembre hasta mediados de diciembre de 1854, murió el 15,5% de los casos tratados, mucho más por enfermedades que por las heridas.
[...] La teoría de que los gérmenes causan enfermedades aún no se había establecido por entonces. Incluso en años posteriores, una figura tan anticipada como Nightingale no creía en la infección a través de gérmenes, más bien consideraba que las enfermedades o las "condiciones" aparecían de manera espontánea en habitaciones o salas de hospital mal ventiladas. En su opinión, era indudable que si no se eliminaban los "effluvia mórbidos" de una persona enferma a través de la ventilación y la limpieza, volverían a infectar al paciente e impedirían la recuperación.
[...] El registro de historiales en Crimea era pésimo. Antes de Nightingate ni siquiera se conocía con exactitud el número de pacientes fallecidos; se tomaban tres registros diferentes que arrojaban totales distintos. Ella puso las cosas claras tomando registros detallados y diarios de ingresos, heridos, enfermos y fallecidos.
[...] En enero de 1855, la mortalidad en todos los hospitales británicos en Turquía y Crimea (excluyendo los hombres muertos en combate) alcanzaba una tasa anual de 1.174 de cada 10.000, calculada a partir del censo promedio de pacientes. De esa cifra, 1.023 muertes por cada 10.000 eran atribuibles a enfermedades epidémicas, endémicas y contagiosas.
En febrero de 1855, la mortalidad de los casos tratados en el hospital ascendía al 43%. A finales de febrero, el nuevo gobierno envió una comisión sanitaria a Turquía para estudiar la situación. Esta comisión, mucho más capacitada que Nightingale para tomar medidas, inició una labor enérgica en instalaciones sanitarias.
[...] Un mes después, la tasa de mortalidad del hospital cayó en picado, todo gracias a los cálculos precisos que Nightingale habla estado recopilando de manera sistemática. Y la mortalidad siguió descendiendo: ella misma escribió más tarde que durante los siete primeros meses de la campaña (de septiembre de 1854 a marzo de 1855), la mortalidad entre las tropas atribuible únicamente a enfermedades era del 60% al año, una tasa superior a la que sufrió Londres durante la Gran Plaga. Pero durante los seis meses finales de la guerra (de abril a septiembre de 1855), las muertes entre las tropas cayeron a tan solo dos tercios de las que se producían entre las tropas que se habían quedado en casa.
En la década de 1850 no se comprendían ni las causas de las enfermedades ni los métodos sanitarios para prevenirlas, pero la evidencia de los números era clara e indiscutible. La salud de los soldados británicos en hospitales dependía del agua limpia y una buena ventilación.
[...] Pero Nightingale reconocía además que esos síntomas afectaban también a Londres. De hecho, todos los rincones del Imperio pedían una reforma a gritos.
Florence Nightingale nació el 12 de mayo de 1820 (hace 197 años), y por eso está aquí.
En cuanto a Leeuwenhoek, me gusta el método para calcular la población máxima de la Tierra.