Revista Matemática Hispano-Americana

Revista Matemática Hispano-Americana. 4ª Serie - Tomo I. Número 2

Instituto Jorge Juan de Matemáticas y la Real Sociedad Matemática Española.

Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Patronato "Alfonso el Sabio". 1941



Páginas 61-67
JORGE JUAN
El año 1734, Luis XIV de Francia solicitaba del Rey de España, autorizase la entrada en tierras de la América española de una comisión que la Academie Royale de París quería enviar al Virreinato del Perú.
El viaje de los representantes de aquella sabia Corporación tenía por objeto el hacer algunas mediciones que, unidas a las de Maupertuis en Finlandia, pusiesen fin a las discusiones que, sobre la forma de la Tierra, ocupaban la atención de los geodestas de la época.
Contra las ideas de Newton, que suponía a nuestro planeta achatado por los polos, defendía Cassini, como resultado de las medidas por él realizadas, la teoría de una Tierra alargada en la dirección de su eje de rotación.
¿Cuál de estas dos hipótesis era la verdadera? Tal era la respuesta que la Academia de París esperaba de las dos Comisiones que había designado.
Felipe V concedió de buen grado la autorización que se le pedía, ordenando al mismo tiempo se nombraran “dos de sus más hábiles oficiales, que acompañasen y ayudasen a los Académicos Franceses en todas las operaciones de la medida..., que pudiesen suplir la falta de cualquier Académico, o de todos..., y aun hacer enteramente ellos solos en caso necesario la Medida proyecta”, al mismo tiempo que quiso contribuir “con sus caudales” al mayor éxito de la obra.
Los designados para tan alta misión científica fueron dos jóvenes Guardias Marinas: D. Jorge Juan y de Santacilia y D. Antonio de Ulloa, este último en sustitución de García del  Postigo, que no pudo embarcar.
 Jorge Juan y de Santacilia “Comendador de Aliaga, en el Orden de Malta” había nacido en Novelda (Alicante) el 5 de enero de 1713. Tenía, pues, veintiún años cuando, en unión de Ulloa (nacido el 12 de enero de 1716), fué designado para acompañar a los representantes de la Academia francesa, y discutir con ellos las observaciones que habían de realizar. No es extraño que los Académicos no recibieran con muy buenos ojos a estos dos chiquillos, que pese a su poca experiencia, supieron dejar tan alto su nombre en este asunto, como más adelante veremos.
 Ei astrónomo Louis Godin, Bouguer y la Condamine, eran los que, bajo la dirección del primero, había designado la Academia francesa como componentes de la Comisión que había de trasladarse al Perú.
 El 7 de julio de 1735 llegaban Juan y Ulloa a Cartagena de Indias, teniendo que esperar a los Académicos, que aún tardaron en llegar unos cuatro meses. Una vez reunidos los cinco, se trasladaron a Quito (29 de marzo de 1736) para empezar los trabajos. Y con los trabajos empezaron las disputas, de carácter científico las unas y no muy matemáticas otras. Desde los primeros momentos las relaciones entre los Académicos franceses no fueron un modelo de armonía. Comenzaron las discusiones sobre si debía medirse sólo un arco de meridiano, o si también sobre el Ecuador. Y desde este momento se separaron, siguiendo en sus observaciones caminos distintos: Godin por un lado, y Bouguer y la Condamine por otro. Los españoles, juzgando interpretar así mejor las órdenes que se les había dado, uniéndose Jorge Juan a Godin y Ulloa al otro grupo.
 A costa de innumerables peripecias (amenamente narradas por D. Julio F. Guillén en su documentada obra “Los Tenientes de Navío Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa y de Ia Torre-Giral y la medición del Meridiano”), midieron dos cadenas separadas, de unos tres grados cada una, desde Quito a Cuenca, logrando un error de cierre de poco más de 0,6 metros.
Aún dentro de cada grupo, las medidas fueron realizadas por separado por cada uno de sus componentes. Y en ellas los jóvenes marinos españoles, no sólo estuvieron a la altura de los sabios franceses, sino que, revisada la operación en 1906 por una Comisión del Servicio Geográfico del Ejército francés, resultó que la medida más exacta era la de Jorge Juan.
También hicieron determinaciones de gravedad, aunque muy imperfectas por la escasez de medios con que contaban.
Durante su estancia en América, Jorge Juan y Ulloa fueron requeridos repetidas veces por el Virrey para determinadas misiones militares ocasionadas por la guerra declarada entonces entre España y la Gran Bretaña. Informaron además al Gobierno de Madrid sobre algunos asuntos de nuestra administración en Ultramar  en su “Discurso y reflexiones políticas sobre el estado presente de los Reynos del Perú”, que , amañadamente publicadas en Londres el año 1826 con el nombre de “Noticias Secretas de América”, tanto contribuyó al desarrollo de la Leyenda Negra.
Vueltos a Madrid, después de accidentada travesía, dieron cuenta de sus trabajos a Ensenada, que entonces regía los destinos de España, como también en París y Londres, en distintos viajes que allá hicieron.
 Ensenada, que siempre dispensó su protección a los dos marinos, acogió con cariño la idea, y dispuso la publicación de las crónicas de la expedición. En 1748 apareció la “Relación histórica del viage a la América meridional hecho de orden de S. Mag. para medir algunos grados de Meridiano Terrestre, y venir por ello en conocimiento de la verdadera figura de la Tierra, con otras observaciones astronómicas y physicas”,  obra en la que Ulloa da cuenta de su viaje desde el punto de vista histórico y naturalista, y que fué inmediatamente traducido al francés, al inglés y al holandés. La relación de la parte astronómica y geodésica la hizo Jorge Juan en las “Observaciones astronómicas y physicas hechas de orden de S. Mag. en los Reynos del Perú”. El grabado adjunto reproduce la primera página de esta obra, del ejemplar existente en la Biblioteca del lnstituto Jorge Juan.
Ya en España, Jorge Juan, “el Sabio español”, como se le llamaba en el Extranjero, fué encargado de numerosas e importantes misiones científicas y diplomáticas. Fué, acompañado de Ulloa, a lnglaterra, encargado de determinadas misiones secretas, teniendo que huir de mala manera. Se ocupó de la determinación del meridiano que el Papa Alejandro VI había señalado para delimitar las posesiones de España y Portugal, en su “Disertación histórica y geographyca sobre el meridiano de demarcación entre los dominios de España y Portugal, y los parages por donde pasa en la América medirional, conforme a los Tratados y derechos de cada Estado, y más seguras y modernas observaciones”, publicado en Madrid en 1749. Sus estudios sobre arquitectura naval, cristalizaron en su “Examen Marítimo”, admirado como obra magnífica de mecánica general y geometría. El “Estado actual de la Astronomía en Europa” es un resumen de los conocimientos astronómicos de entonces. Fué Embajador del Rey de España cerca del Sultán de Marruecos. Y por último, Capitán de la Compañía de Guardias Marinas de Cádiz, para la que publicó en 1757 un “Compendio de navegación para el uso de los Caballeros Guardias Marinas”. Allí fundó y dirigió aquella “Asamble Amistosa Literaria”, que fué la base de la posterior Academia de Ciencias de Madrid. Suyo fué el proyecto de Carta geográfica de España que, aunque no llegó a realizarse, tantos elogios mereció. A él se debe también la iniciativa de la fundación del Observatorio de Marina de San Fernando, que empezó a funcionar en Cádiz en 1754 bajo su dirección, y del de Madrid.
Fué miembro de la Royal Society de Londres, de las Academias de Ciencias de Berlín, París y Estocolmo, Consiliario de la Academia Española de San Fernando y Director del Real Seminario de Nobles.
Este es el gran español que tan alto supo poner el nombre de su Patria, y que por voluntad del Caudillo patrocina hoy el Instituto Matemático del Consejo Superior de Científicas.












Jorge Juan falleció el 21 de junio de 1773.
Ya estuvo por aquí, cuando recordaba su nacimiento.